martes, octubre 18, 2005

De la Pobla a la Paz (y viceversa)


No se cuando comenzó el odio pero ya es desatado. Tal vez cuando al lado de mi edificio en las torres de San Borja percibí su presencia por primera vez. Me quedé callada, mientras el polvo que levantaba la construcción comenzó a morderme los poros.
Después vino el enorme cartel colorado con precios que hacían delirar a los transeuntes con el sueño del departamento propio.Para rematar, la sorpresa del conserje treintón que de madrugada se pajeaba al paso de los travestis de San Camilo. Todo mal con Paz Froimovich pensé esa misma noche. Desde ahí la desunión se hizo eterna. Simplemente me carcomió con su rotoso rostro de modernidad sudaca. Con sus ofertazos nueve noventa y pomposos carteles que anuncian la venta de un pedazo de cielo, de un trozo de urbanidad a precio de mediaagua.

Por una mensualidad que va desde los $59.990 (da lo mismo los años) se puede acceder a una serie de importantes beneficios modelos de lo moderno. El regio sauna, el equipado salón multiuso, la piscina y la sala de máquinas. Todo dirigido a ti, al chileno aspiracional que infla el pecho al contar en la pobla los atributos de su nuevo departamento, el que pagará en 30 años y con módicas "letras".
En un par de meses, cuando ya seas parte del sistema hipotecario y tengas tus cuotas pactadas, será tarde para pensarlo dos veces. Desde el color pastel de las murallas sentirás hasta la tos del vecino, mientras que repartes los muebles del block de tu barrio entre tus amigos para dejar sólo lo indispensable. Amontonarás las cajas, lidiando con los 36 metros cuadrados. "¿Parecía más grande el piloto?"...claro, las camas eran de media plaza y el dormitorio no tenía los veladores que encargaste a la multitienda. Pero ya está listo el pedacito de infierno que da a la calle por donda raudamente pasan las chillonas y ruidosas micros amarillas, las mismas que te despertarán el domingo (como todos los días) a eso de las 6:30 de la mañana. Las que se alternarán con los bomberos de la esquina para abofetear tus sueños. Por eso, no abras mucho la ventana, menos la que queda a metros del vecino adicto a los binoculares. Además acuérdate de poner el visillo blanco para que el improvisado administrador no te cobre las UF15 de multa. Y, por tu cuenta pon una doble chapa, si no quieres que te pase lo mismo que a tu vecina que se cambió hace pocas semanas y que pasa fuera de casa tanto tiempo como tú.
Pero no importa. Al menos hoy estás más cerca del metro, más lejos de las pandillas de la cuadra y... si te duele la cabeza, tienes la farmacia abajo. Todo tiene su precio pensarás.
Eso fue también lo que pensó la viuda que le vendió el terreno a Paz Froimovich. El mismo que compró su marido en los años cuarenta para construir la casa de sus sueños. Después de la transacción -que evaluó por meses a pesar de la constante presión de sus hijos modernos- la mujer se fue de ahí con un puñado de recuerdos apretados en la mano izquierda y con la cara pesada por los años gastados por el adobe que botarán en dos días. En la otra mano, guardaba firmemente el dinero, que restando lo que pensaba dejarle a sus hijos y nietos, le alcanzaba justo para comprar un departamento en un block de La Florida, ahí donde hace algunos años había comprado su comadre. Así que tomó la micro, buscando un lugar donde vivir en Paz.