jueves, febrero 08, 2007

Estimado



Estimado Don Bernardo. Don Bernardo. Hola. Soy yo. La de la señora tanto. La que te tocó la puerta ese día de mayo. La de la hermana colocolina. La colocolina de galucha familiar. La que no te recuerda de 9 ni de 13. La que te buscó en la guía de La Serena. La que no sabía tu nombre. La que te dice el segundo nombre. La desconocida. La que quería conocer tu cara. Esa pues, esa por la que te devolviste sólo una cuadra.
Aceptarías salir conmigo?
Te invito sin ninguna vergueza. Tiene que ser a donde yo quiera. Te lo advierto. Te lo pido. La invitación es mía. Te la dejaré en una carta que escribiré mañana luego de escuchar tu voz al otro lado del teléfono. Si no quieres no contestes. O si, mejor contesta y lee mi nombre en voz alta. Que te escuchen todos los que están contigo. Quiero que me cuentes tus cuentos. Si quieres me los inventas y jugamos a que te creo. Pongo mi mejor cara, eso lo prometo.

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Padre de la patria. Capitán de fragata.Jefe de la escuadra libertadora.
Incluso atravesaste la cordillera en enero. Te fuiste en una corbeta con 23 acorazados y llegaste a algún lado, a liberar a alguien. Tomaste la bayoneta y escalaste un cerro en Arica. Te rompiste en el Huáscar. Mataste milicos. Viste toda esa sangre. Esperaste la reconquista. Caiste en Til Til. Atravesaste la pampa. Perseguiste al comisario. También al virrery ese. Fundaste ciudades en el sur, trajiste a todos esos españoles al puerto. ¡Y cuántos terremotos grises!…con inundación y rescates. Protestaste contra ese dictador y llegaste a la escuela, donde recibiste balazos. Te ganaste el premio que querías y te llegó el prestigio que despreciaste. Conociste a Huidobro y te enamoraste de la monja. Fuiste a California para volver con las manos rotas. Luego te mudaste a un pueblo para hacer patria y fundar un fuerte.
No te suicides como ese otro.
No te quedes haste que te cierren la puerta.
No huyas con tu secretaria ni con la amante del poeta.
Que no te mate la bomba que te espera afuera y trata de que las balas que vienen por la espalda no te vean. A lo mejor cuando terminen tus proezas todavía te espero, para contarte también las mías.