jueves, febrero 15, 2007

Próceres II



Escupiré un rato sobre tu nombre, asesino de mi patria. Donde dejaron sus esposas, donde durmieron tantas noches. Donde amarraron sus caballos. Donde reposaron sus maletas y colgaron el disfraz.
Se perdieron por los bosques y tramaron sus crueles batallas. Sepan que nos dejaron solas entre los campos y el estero. Se llevaron las balas y el fusil. El corbo y el escudo. El abrazo y el pan. Y nos dejaron solas. Esperando el ruido del caballo por la avenida de castaños. Esperando el regreso de la tonta patria. Se nos acaba el tiempo para verlos, por eso te perseguiremos por los otros campos. A ti y a ese. Iremos tras los pasos de tu caballo de la muerte. Atravesaremos la pampa hasta dar con tus patillas. Y todo, sin lágrimas en los ojos. No te llamaremos padre. Eso déjaselo a la que te aleja, a la que te propone mejores aventuras para llenar tus solapas. Ándate con esa. Persíguela hasta que te deje en paz. Hasta que te canses de ser un libertario. Y dile al otro, que me encargaré de que no me olvide. Dile a tu aliado y a tu enemigo que iré por su sombra, aunque tenga que atravesar la cordillera y cortar sus riendas. Díselo antes de que te dispare por la espalda. Antes de que tu jodida patria te cuente sus traiciones. Prócer. Héroe. Padre. Quédate con lo que más te guste. Eso serás para los cristianos que te aplauden. Para mí, un maldito. Un hijo de puta con condecoraciones.